martes, 6 de diciembre de 2011

princesa

- No princesa, no podéis ir al bosque
- ¿Por qué?
- Porque está oscuro, os podríais perder
- Pero, ¡podrías venir conmigo!
- No princesa
- ¿Por qué?
- Porque aun eres pequeña
- Pero, a ella la llevas…
- Si princesa
- ¿por qué?
- Porque ella es más mayor
- ¿y más guapa?
- No princesa, no hay mujer más bella que vos
- ¿entonces?
- ¿Cómo que entonces?
- ¿Qué entonces porqué la llevas a ella y no a mi? ¿es más lista?
- No princesa, nadie es má listo que vos
- ¿entonces?
- ¿Cómo que entonces?
- ¿Por qué ella y no yo? ¿es acaso más simpática?
- No princesa, nadie es más simpático que vos
- Pues no lo entiendo, soy claramente mucho mejor que ella…
- Si princesa
- ¿entonces por qué ella?
- Porque… porque ella es mi novia, princesa
- Pero ¿por qué no puedo ser yo tu novia?
- Porque vos sois muy pequeña
- Mamá dice que la edad en el amor no importa, ella es quince años más joven que papá
- No sería correcto
- ¿Por qué?
- Porque sois la princesa
- ¿y qué? ¿acaso las princesas no pueden tener novios?
- Si princesa, pueden tener novios, novios príncipes
- Pero…a mí los príncipes no me gustan…
- Alguno te gustará, no les conoces a todos
- A casi todos…
- Bueno, si ninguno te gusta, en algunos años, yo seguiré aquí.

corazón corazón

Llegué, miré alrededor, todas estaban ahí. Ella nos dio un corazón, uno a cada una. El proyecto era estudiarlo, entender cuáles eran sus partes y cómo funcionaba. Y ahí estaba yo, con un corazón en una mano y un guión en la otra. Ese corazón era, en ese momento, mío y podría haber hecho con el lo que hubiese querido. Lo miré desde todos los puntos de vista posibles. Lo estudié con las pinzas y con los guantes. Algunas abrieron sus corazones, para ver qué había dentro, yo solo lo miré por fuera. Me distraje, tropecé y se me cayó el corazón al suelo y se rompió al caer una de las arterias coronarias. Yo, sin querer, le había dejado una marca a ese corazón. Al cabo de un rato dejé el corazón en la bandeja de metal. Habíamos terminado.

elefante

El elefante está solo. El elefante de coloridos disfraces y divertido sombrero de fiesta está solo. No se mueve. Está quieto, acompañado únicamente de su inmóvil sombra. Mirando todo el tiempo al infinito, siempre en la misma dirección. A pesar de tener el cuerpo pequeño tiene las patas muy largas, demasiado largas, está desproporcionado. No emite ningún sonido, continúa inmóvil. Ahí vive, quieto, solo, con la mirada perdida, en la puerta de mi armario.

sombras

Sombras
Perfectamente delimitadas, cambiantes
Puntos de vista
Ellas te siguen
Solo te abandonan en la oscuridad absoluta
La oscuridad absoluta es su muerte
Se pegan, son parásitos
No saben vivir solas
Son homogéneas, todas del mismo color
Entre ellas se pisan, cruzan
Se confunden cuando están demasiado cerca
Sombras

la jungla

Sociedades que alaban al más mentiroso
Vecinos que bendicen al ladrón
Niños que son demasiado mayores
Estudiantes en inmovilización
Soldados en misiones de paz
Millonarios avaros
Cachorros más ebrios que sobrios
Trabajadores que no pueden trabajar
Justicia para los injustos
Necesitados que son los que más ayudan
Bienvenido a la jungla

ignorar

Hacer como que no existe
Imaginar que no lo ves
Soñar que no lo oyes
Pensar que no lo sientes
Fingir que no te sabe a nada
Perfumar para no olerlo
Ignorar es huir, es cobardía, es triste
Es no saber afrontar
Es no intentar solucionar
Es dejar de oír, saborear, oler, ver y sentir

recuerdos

Esos recuerdos que sin que lo quieras y sin que lo esperes te golpean, te golpean de forma literal, de la forma más literal posible, fuerte y contundentemente. Te hacen daño, daño físico y además no aportan nada y pueden aparecer en cualquier momento. En caso de que usted encuentre alguno, le recomiendo, apartarse si es que es usted suficientemente rápido, para verlo pasar sin que le golpee de forma directa o bien utilizar sus nuevos recuerdos, mejores que los recuerdos golpeadores, que pueden hacer desaparecer a estos. Recuerdos.

como aquel

Como aquel niño que se olvidó de sonreír, ella camina de calle en calle, de esquina en esquina, sin mirar a nadie ni a nada, solo por andar. Como aquel mendigo que pide en la calle ella pide, no es dinero lo que pide, es atención y amor, ella pide mucho, quizás demasiado. Como aquel soldado que lucha en la guerra, ella lucha, lucha por ser mejor persona, lucha por estar mejor, lucha por sobrevivir.

ella

Ella que tiene todo lo que pide por esa boquita
Ella que solo sabe hablar de ella
Y flores jamás se quita
Ella caprichosa, trepa, lista…
Con su voz que siempre está por encima
Ella reservada e impenetrable
Escondiéndose en las esquinas
Ella, la princesa del guisante
Ella es siempre la más importante
Ella, mi querida sobra negra
Ella es impresionante

cambios

No creo que el mundo sea un desastre, no creo que todo esté mal, no creo que solo haya que remarcar lo malo. Yo creo que los cambios son posibles, un mundo mejor es viable y por ello discuto, peleo, lucho y gasto mis energías. Vivimos en un mundo de cambios y, como tal hay que permitir que las cosas cambian, se releva a lo de siempre. Si lo viejo no funciona ¡pensemos algo nuevo! Quedarse parado y estancado es perder, el movimiento es necesario y la voz de muchos se oye infinitamente más que la de uno solo. No pretendo que todo cambie de la noche a la mañana, eso es imposible pero, poco a poco, hay que mejorar, nos jugamos mucho y hay que ir hacia adelante porque un mundo mejor es posible.

Adiós

La verdad es que no tengo ni idea de cómo hacer esto, se que lo tengo que hacer, se que en el momento va a doler y se que a la larga va a ser mejor.
Yo intenté seguir, lo di todo por algo que ya no existía, sobrepasé mi límite y ya no puedo más. Cuando algo es cero por mucho que lo multipliques seguirá siendo siempre cero. El esfuerzo solo se traduce en una pérdida de tiempo.
Caigo y recaigo y me engañas con tus palabras bonitas y en cuanto me distraigo vuelves a desaparecer, para reaparecer más adelante, en momentos inoportunos o cuando pienso que ya puedo seguir sin ti.
Esta vez soy yo la que dice “adiós”, esta vez soy yo la que dice “basta” y la que, por no poder más, decide pasar página de una vez por todas.
ADIÓS

oscuridad

Se llevaron la única luz que alumbraba mis ideas ¿Quiénes? Ellos.
Se quedó a oscuras todo
Todo de color negro
Ni una luz
Se oyen pasos a lo lejos ¿Quién es?
No sé, no se ve nada
Sentada en el suelo con las piernas cruzadas, espero una luz
No sabía que a oscuras no se puede pensar
A oscuras las manos pasan a ser ojos
A oscuras lo oyes todo más alto
A oscuras sientes mucho más
El negro es un color triste
Quiero una luz

lunes, 11 de julio de 2011

El y Ella


Ella busca El. El encuentra a Ella. Ella y El se besan. El y Ella van de la mano. Los dedos de El tocan los dedos de Ella. Ella se cae, El le ayuda a levantarse. El y Ella solo saben sonreír. El y Ella no se sueltan la mano. Ella y El se ríen. El y Ella sin parar. El y Ella bajo el sol. Ella y El juntos. Ella y El se separan un segundo, se vuelven a dar la mano. El y Ella van. El y Ella vienen. Ella y El por aquí. Ella y El por allá. El y Ella corren. El y Ella se sueltan la mano por un rato, luego se la vuelven a dar. El y Ella pasean. Ella y El se ven. El y ella se miran. Ella y El cada vez sonríen menos. El se suelta por un tiempo, El le vuelve a dar la mano a Ella. El y Ella juegan menos. Ella y El pasan mas tiempo separados. El y Ella quedan. Ella y El se abrazan. El piensa menos en Ella. Ella piensa en otras cosas antes que en El. El y Ella en la distancia. El y Ella ya no son lo que eran. El y Ella se despiden. El y Ella en el olvido. El y Ella cada uno por su lado. Ella ya no se acuerda de El. El no se acuerda de Ella

miércoles, 8 de junio de 2011

Mira

No hagas un océano de una lágrima
No hagas una isla de un grano de arena
No te apoyes en un bastón astillado
No rías cuando sientas solo pena
Sueña solo cosas muy bonitas
Mira siempre mucho más allá del cielo
Crece a ratos con todas sus miradas
Renace cada vez que creas que te veo
Ofrece tu mano cuando ella se caiga
Aunque antes te puso la zancadilla
Aunque demostró que no se lo merece
Tu sabes que estas por encima
Que la paciencia tiene límites
Los sentimientos tienen fronteras
Mi cordura no es nunca discutible
Si quieres poder verme, espera
Párate, piensa y medita las cosas
Todo tiene siempre su razón de ser
todo vuela, todo queda, todo marca
Todo tiene aquí y allí su propio papel

Entre la espada y la pared

Porque me miras con ojos inquisidores y no sé qué decirte. Porque me juzgas y me haces daño. Porque no sé qué quieres, no sé qué esperas oír, no sé qué te han dicho. Tu duda me desconcierta y a la vez me mata. Me clavas la mirada, esperando la respuesta y yo se la respuesta pero no estoy segura de que sea lo que quieres. Una tras otra, puñaladas hirientes. En este juicio tú eres juez, fiscal, jurado y público. Ya no valen más juegos. Los límites de la verdad se difuminan en mi cabeza. Recuerdo lo que se me olvida y se me olvida lo que recuerdo. Demasiada presión. Palabras que van y vuelven. Intento pensar, no llego a nada. Demasiadas historias presentes, pasadas y futuras mezcladas en una sola. Vuelves a preguntar. Muchas cosas que vienen y van en mi cabeza. Sigo sin abrir la boca. Frases sueltas que saltan a mi mente sin relación entre sí. Oigo demasiadas cosas a la vez y no sé qué escuchar. Se me antoja que existen otras formas, pero no recuerdo cuales. Se juntan la realidad y la ficción. Ya no me acuerdo de lo que quería, ni de lo que buscaba, ni de lo que esperaba de ellos. Las líneas rectas se convierten en curvas y las curvas forman y deforman figuras. Demasiado tiempo callada, muchos días de silencio. Busco tu sonrisa y no la encuentro, me topo con tu seriedad infinita y retrocedo. Muchas cosas que decir y ni me salen las palabras. Dame un segundo. Lo pienso. Me giro sobre los talones, te miro por encima del hombro, una última vez. Salgo corriendo y me voy para no volver. No merece la pena una lucha imposible por un juego insostenible en un mundo inviable. Que te vaya bonito.

lunes, 9 de mayo de 2011

Su juego

Sombrero negro, traje y viaja en avión en primera clase. Pelo gris, casi blanco y tiene arrugas por toda la cara. Fajo de billetes en el bolsillo. Se hospeda en el mejor hotel de la Habana. Compra unos puros robustos, Cohiba, por supuesto. Saborea el primero. Espera con calma la llegada de la negra noche, con su puro y una copa, mirando el malecón, viendo la tarde pasar. Cena solo, lo más caro de la carta del hotel. Ya son casi las diez, la hora de la cita. Se quita el anillo, se lo guarda en el bolsillo de la chaqueta mientras el almendrón negro le lleva al Vedado. Ve pasar la Habana a gran velocidad. Llega a un bar. Ella es guapa, joven y muy guapa. Ella va con un vestidito corto, negro, de abundante escote. Lleva el pelo suelto, rizado, le llega hasta los hombros. Su piel negra contrasta con sus blancos dientes, que muestra con alegría cada vez que sonríe. Él sonríe. Cortesía habitual, él invita a copas mientras se fuma su tercer Cohíba y hace que mantiene una conversación con ella. Él se aburre de las copas, suficiente cortesía. Ella ríe y sonríe, provocadora. Toman otro taxi, los dos juntos, de vuelta al hotel de él. Él hace el primer pago, la mitad, lo acordado. Ella vuelve a sonreír y lo guarda en el diminuto bolso que lleva colgado del hombro derecho. Llegan al hotel, con la mano de él rodeando la cintura de ella y con la otra sujetando otro puro. “Buenas noches señores” dice el portero cuando entran, ellos ni tan siquiera le miran, el portero no se extraña. Suben a la habitación directamente, aun charlando de nada. Él cierra la puerta con fuerza tras colgar fuera el cartel de “se ruega no molestar”.

martes, 3 de mayo de 2011

La clase

Una clase. Luz de la calle. Ruido. Una maestra trate de explicar. Caras de concentración. Niños atendiendo en una sala amplia. Algunos se apoyan sobre las viejas mesas de madera, casi dormidos. Otros, atentos a la explicación miran fijamente a la maestra. Otros miran pero sin ver ni escuchar. Se oyen ruidos de la calle. Se oyen ruidos del crujir de las desgastadas sillas bajo el ligero peso de los pequeños niños. Los niños, aunque van uniformados, van todos iguales, son muy distintos entre sí. Los hay altos y bajos, hay niños hay niñas, los hay delgados y muy delgados, los hay sonrientes, los hay serios… La maestra, una chica joven, de pelo negro, alta, guapa, recién graduada, de voz clara y dulce, habla y habla, explicación tras explicación, deteniéndose solo para respirar y para responder a las preguntas de sus alumnos sin perder en ningún momento su sonrisa y su paciencia. Por la ventana rota del final de la clase, entra una leve brisa que hace que la puerta, que no cierra bien, dé, de vez en cuando, golpes contra su marco. Como no queda tiza hoy tampoco, la maestra explica haciendo gestos con las manos, dibujando en el aire todo aquello que no puede escribir en su pizarra, señalando aquí y allá para que los niños vean a qué se refiere en cada momento. Tras el largo día, finalizan las clases, la maestra se dispone a mandar la tarea, para que los niños hagan algo esa tarde en su casa, pero, cuando comienza a decirlo, tres niños y una niña levantan la mano. Al preguntar la maestra qué es lo que ocurre, los niños contestan que ellos no podrán hacer esta tarde tampoco la tarea, que no tienen bolígrafos, en su casa no hay con qué escribir, apenas les da el dinero para comprar la comida para todos los que viven en la casa, sus padres no van a gastar en bolígrafos y cuadernos. La profesora sonríe, hoy solo cuatro niños tienen ese problema. Cuatro de sus diez alumnos, cuatro de los cinco que eran ayer. Algún turista le habrá regalado un bolígrafo a Jorge, que hoy sí que tiene y ayer no tenía, o lo habrá conseguido de alguna manera, sea como sea la maestra se alegra. Y así, tras su duro día de trabajo, la maestra se va a casa con buen sabor de boca y guiada por su optimismo piensa: “las cosas mejoran”.

jueves, 17 de marzo de 2011

Heridas

Todos tenemos o hemos tenido heridas. Las heridas son rápidas reparaciones naturales de algo que se ha roto en nosotros. Te caes, te haces daño y ahí queda por un tiempo, tu herida. Hay heridas de distintas formas, tamaños, profundidad, e incluso de distintos colores. Hay heridas muy pequeñas que no duelen, a veces incluso, ni las notamos y desaparecen solas. Hay heridas que parecen enormes, pero que no las sentimos, no sentimos dolor por ellas. Otras heridas duelen durante un tiempo y dejan cicatriz, una cicatriz para recordarnos toda la vida que ella estuvo allí. Todas las heridas tienen detrás una historia, más o menos elaborada o compleja y con más o menos sentido. Las peores heridas son aquellas que se dejan al aire para que sequen y cicatricen pero nunca lo hacen y ahí se quedan, duelen, escuecen y molestan siempre y no siempre se terminan yendo aunque siempre pensamos que pronto se irá. Hay heridas gigantescas que parece que nunca se van a ir y, sin darte cuenta han desaparecido. Estas desapariciones espontáneas suelen guardar relación con el hecho de olvidar cómo nos hicimos esa herida en concreto. Las heridas pueden estar más o menos a la vista de los demás y muchas veces las escondemos porque son feas, no nos gustan o nos dan vergüenza cuando, en realidad son lo más normal del mundo. Además existe un interesante invento que puede tapar heridas: las tiritas. Las tiritas ni reparan ni ayudan de forma directa a que mejoren las heridas, simplemente las quitan de la vista y evitan que se rocen con otras cosas. En muchas ocasiones las tiritas pueden ser bastante para, de forma indirecta ayudar a que se cure una herida. Algunas veces, tras algún tiempo después de que se haya curado la herida, hay veces que nos acordamos de ella o de cómo nos la hicimos. Este hecho puede producir gran cantidad de sentimientos y respuestas de lo mas variado: tristeza, dolor, risa, añoranza, frustración… Existe gente, que tras haberse caído, haber tenido una herida, saber que duele se vuelve a caer en el mismo sitio una y otra vez y es que, a pesar de que sabemos que luego duele hay algo que nos llama a hacerlo. Las heridas son parte de nuestra vida y tenemos que aprender a intentar curarlas y a vivir con ellas lo mejor que nos sea posible, sin esconderlas, tratandolas simplemente, como parte de nuestra persona.

sábado, 26 de febrero de 2011

Mi cocina, tu despensa

Había una vez un hombre bueno, gentil y amable. Lo compartía todo con sus amigos y seres queridos. Él tenía un pisito, una pequeña azotea en el centro de Madrid. En ella había, libros, cuadros, películas, música, fotos y todas las cosas que el amaba y quería. En su casa siempre se podía encontrar gente entrando y saliendo. Era mucha gente la que tenía llave de la casa y mucha la gente que sin avisar aparecía a comer, a cenar o simplemente a charlar o a ver la tele. Nuestro hombre vivía feliz, le gustaba compartir y hacer feliz a la gente y le gustaba no tener cosas que solamente fuesen suyas.
Un buen día encontró a otro hombre que a simple vista era como él, sonreía y era amable con los demás, les gustaban las mismas cosas y tenían gente e ideas en común. Comenzaron a ser muy amigos, reían y pasaban buenos ratos juntos. Le presentó a sus amigos, le enseñó sus queridas cosas y, como a todos sus seres queridos, le dio la llave de su casa.
Una tarde, después del trabajo llegó a su casa y la televisión no estaba. Se volvió loco buscándola y cuando al rato vino su nuevo amigo y le explicó que la había tomado prestada, respiró aliviado. Pasaron juntos una buena tarde con té y pastas
La noche siguiente, volvía de cenar con unos amigos, cuando se encontró que sus fotos y sus cuadros habían desaparecido de su casa. Muy preocupado, no durmió en toda la noche pensando en qué podría haber ocurrido. Cuando a la mañana siguiente apareció su nuevo amigo y le explicó que las había tomado prestadas para enseñárselas a otro amigo suyo, nuestro hombre respiró aliviado.
Al día siguiente volvió a comer a casa y se dio cuenta de que no estaba. No quedaba nada, alguien se lo había llevado todo y, por desgracia él sabía quien había sido. Todas sus cosas habían desaparecido e incluso los muebles se habían esfumado. Nuestro hombre se sentó en el suelo apoyando la espalda y la cabeza en la pared y le regaló, a la tristeza, la frustración, la confusión y la desesperanza que se habían sentado a su lado, su mejor sonrisa.

...

Un descampado. En la oscuridad de la noche se vislumbran las luces de un coche. El coche tiene una puerta abierta. Silencio. La radio está apagada y no hay música en el ambiente. La noche cerrada protege el coche. Una chica, apoyada en el coche mira al infinito. Ella tiene los ojos abiertos, pero en esos momentos no ve nada, solo oye sus pensamientos, los repasa y los vuelve a repasar una y otra vez. El humo de su cigarro sube desde su mano, en donde se va consumiendo lentamente. Ella no se mueve. Piensa. El viento mueve una bolsa de plástico que había en el suelo, ella ni lo nota, no se mueve. Siente que el mundo corre a su alrededor, pero sin ella. La ceniza de su cigarro cae con suavidad al suelo. Repasa por decimoséptima vez su vida, no encuentra nada. Lo que tuvo, lo perdió por no saber tener. Ahora le parece que no tiene nada, o al menos nada que merezca la pena. Una nueva ráfaga de viento mueve su melena. Nada. Sigue pensando y no encuentra ninguna razón para volver al coche e ir a su casa. Se acuerda del cigarro que se consume solo en su mano, le da una calada, se acaba, “mierda, otra cosa más que me sale mal”, lo tira al suelo y lo pisa sin ganas. Su mirada sigue fija en el infinito. No sabe cuanto tiempo lleva allí, en esa postura, pensando, quizá minutos o igual sean horas. No puede dejar de pensar, le parece que todo va mal pero no sabe como ha sido, como ha llegado a ese punto, no sabe explicar sus pensamientos y no sabe que hacer para remediarlo todo. Sigue pensando, mirando al horizonte. A lo lejos se oye el motor de un coche, ella ni se entera, ni se quiere enterar. Se mete en el coche, abre su bolso, saca otro cigarro, lo enciende y lo vuelve a colocar en su mano. El humo vuelve a subir suavemente desde su mano hacia el cielo rozándole dulcemente la cara. Piensa. Da una calada. Piensa demasiado, le ha dado muchas vueltas a lo mismo. Da otra calada. Tres lágrimas ruedan desde sus ojos a sus mejillas y caen en su camiseta. No sabe si son lágrimas de tristeza, frustración o simplemente locura. Da otra calada, tira el cigarro aun sin terminar, lo pisa con fuerza. Se mete en el coche, enciende el motor, mete la primera y se va. Vuelve a la realidad, como si nada hubiese pasado. Nada.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Hoy

Pensé en metáforas
Reí entre sinónimos
Busqué los antónimos
Me lié en pensamientos
Jugué con tus palabras
Soñé con sus ironías
Tuve libros y hojas
Vi párrafos que van
Vi párrafos que vienen
Volví a empezar
Salté de línea en línea
Borré tus errores
Habité en versos líricos
Morí en duras prosas
Decoré papeles vacíos
Coloreé ideas absurdas
Entristecí con tu tristeza
Bailé con las letras
Escuché tus imágenes
Sonreí viendo música
Escribí