lunes, 9 de mayo de 2011

Su juego

Sombrero negro, traje y viaja en avión en primera clase. Pelo gris, casi blanco y tiene arrugas por toda la cara. Fajo de billetes en el bolsillo. Se hospeda en el mejor hotel de la Habana. Compra unos puros robustos, Cohiba, por supuesto. Saborea el primero. Espera con calma la llegada de la negra noche, con su puro y una copa, mirando el malecón, viendo la tarde pasar. Cena solo, lo más caro de la carta del hotel. Ya son casi las diez, la hora de la cita. Se quita el anillo, se lo guarda en el bolsillo de la chaqueta mientras el almendrón negro le lleva al Vedado. Ve pasar la Habana a gran velocidad. Llega a un bar. Ella es guapa, joven y muy guapa. Ella va con un vestidito corto, negro, de abundante escote. Lleva el pelo suelto, rizado, le llega hasta los hombros. Su piel negra contrasta con sus blancos dientes, que muestra con alegría cada vez que sonríe. Él sonríe. Cortesía habitual, él invita a copas mientras se fuma su tercer Cohíba y hace que mantiene una conversación con ella. Él se aburre de las copas, suficiente cortesía. Ella ríe y sonríe, provocadora. Toman otro taxi, los dos juntos, de vuelta al hotel de él. Él hace el primer pago, la mitad, lo acordado. Ella vuelve a sonreír y lo guarda en el diminuto bolso que lleva colgado del hombro derecho. Llegan al hotel, con la mano de él rodeando la cintura de ella y con la otra sujetando otro puro. “Buenas noches señores” dice el portero cuando entran, ellos ni tan siquiera le miran, el portero no se extraña. Suben a la habitación directamente, aun charlando de nada. Él cierra la puerta con fuerza tras colgar fuera el cartel de “se ruega no molestar”.

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