miércoles, 8 de junio de 2011

Entre la espada y la pared

Porque me miras con ojos inquisidores y no sé qué decirte. Porque me juzgas y me haces daño. Porque no sé qué quieres, no sé qué esperas oír, no sé qué te han dicho. Tu duda me desconcierta y a la vez me mata. Me clavas la mirada, esperando la respuesta y yo se la respuesta pero no estoy segura de que sea lo que quieres. Una tras otra, puñaladas hirientes. En este juicio tú eres juez, fiscal, jurado y público. Ya no valen más juegos. Los límites de la verdad se difuminan en mi cabeza. Recuerdo lo que se me olvida y se me olvida lo que recuerdo. Demasiada presión. Palabras que van y vuelven. Intento pensar, no llego a nada. Demasiadas historias presentes, pasadas y futuras mezcladas en una sola. Vuelves a preguntar. Muchas cosas que vienen y van en mi cabeza. Sigo sin abrir la boca. Frases sueltas que saltan a mi mente sin relación entre sí. Oigo demasiadas cosas a la vez y no sé qué escuchar. Se me antoja que existen otras formas, pero no recuerdo cuales. Se juntan la realidad y la ficción. Ya no me acuerdo de lo que quería, ni de lo que buscaba, ni de lo que esperaba de ellos. Las líneas rectas se convierten en curvas y las curvas forman y deforman figuras. Demasiado tiempo callada, muchos días de silencio. Busco tu sonrisa y no la encuentro, me topo con tu seriedad infinita y retrocedo. Muchas cosas que decir y ni me salen las palabras. Dame un segundo. Lo pienso. Me giro sobre los talones, te miro por encima del hombro, una última vez. Salgo corriendo y me voy para no volver. No merece la pena una lucha imposible por un juego insostenible en un mundo inviable. Que te vaya bonito.

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