sábado, 26 de junio de 2010

Pajarito


Se abre una jaula, libre un pajarillo vuela al viento, aletea con miedo, sin saber muy bien qué hacer. Mueve sus alas con la fuerza del primer día. Se da cuenta de cuan bello es su jovial plumaje y comienza a contonearse, se mueve con confianza, ágil y rápido pero no se deja tocar. Todo es nuevo, extraño, llamativo... Da vueltas, vuela rápido, como si quisiese recorrer todos los recónditos lugares que existen, como si quisiese conocerlo todo en una sola noche. Se cae, una y otra vez se topa con diversos contratiempos pero, vuelve a levantar el vuelo, cada vez con más fuerza que la anterior, cada vez con más ganas. Aprende de sus errores, se hace más fuerte, se hace mas veloz.

El pequeño pajarito busca donde asentarse y formar una familia y crear un hogar pero, nada le parece suficiente, nada es suficientemente bueno para él. Prueba de esto, de lo otro, come de aquí y de allá y, cuando por fin parece que ha encontrado lugar donde asentarse, en un precioso palacio de cristal, se da cuenta de que no lo quiere, está buscando lo que no es. El pajarito quiere seguir volando libre, a donde le lleve el viento y, si por casualidad encontrase un pequeño paraíso, se quedaría y viviría feliz pero, hasta que eso ocurra, vuela raudo y feliz y recorre el mundo, libre, tranquilo, bello y sin dejar, en ningún momento, de sonreír.

Si en algún momento alguien quiere cortarte las alas, vuela rápido, pajarito, y no les dejes, aunque pueda parecer tentador y ofrezcan grandes lujos envueltos en falsos sentimientos. Si eso llegara a ocurrir, te dolerían las cicatrices y mas adelante te dolería el vacío, el vacío que quedó donde antes tenías unas alas.

Vuela, pequeño pajarito, vuela sin miedo y con fuerza, feliz y siempre sonriente.

viernes, 25 de junio de 2010

Lluvia

Lluvia, calles mojadas, charcos, paraguas, oscuridad, olor a humedad, verde, gotas, chubasqueros, abrigos y botas. Dentro de un antro hay gente refugiada. Refugiada del mal tiempo y refugiando la mala vida. Gente oscura por dentro, gente que solo busca ahogar sus penas. Beben un vaso tras otro, una copa tras otra y no se cansan de beber. El humo de los cigarros se acumula sobre las cabezas de los clientes, como las nubes de fuera. Se oye el ruido de unas pisadas subiendo por las escaleras que van hacia los baños. Dos amigos hablan de forma desanimada al fondo, en una mesa colocada en la esquina, ambos hablan pero ninguno escucha y ninguno quiere en realidad hablar. En la barra apoyado, hay un hombre, mayor, casi anciano, con un abrigo verde, viejo, raído, con la mirada perdida, sin pensar en nada y dándole vueltas a todo. A la derecha, en una mesa pegada a la pared hay una pareja de mediana edad que no se mira a los ojos y que finge que es perfecta y que todo les va sobre ruedas. Justo detrás un ejecutivo casado y su secretaria, una joven dispuesta a complacer como sea a su jefe, discuten donde pasar esta fría noche mientras ella clava su lengua en la oreja de él. En el centro una joven, que ya lleva varias horas en el bar, baila ausente haciendo resonar sus tacones en el pringoso suelo. El camarero, un hombre mayor con cara de pocos amigos, sirve a sus clientes gruñendo sin parar. Una música de fondo en tristes tonalidades menores ameniza el gris ambiente. Desde dentro apenas se puede distinguir el exterior. Desde fuera se ven figuras borrosas debido a la suciedad de los cristales. La acera de fuera se encuentra embarrada y las farolas de la calle no funcionan todas por lo que la luz escasea de forma notable. La ciudad descansa tranquila. Bella noche cerrada. Llueve.

jueves, 24 de junio de 2010

Niña mora

(Fotografía de Steve McCurry)

Pequeña niña de piel morena, acariciada por el sol. Pequeña niña de ojos negros como negras olivas. Pequeña niña de dulce sonrisa y boquita de caramelo. La niña mora juguetea con las flores del pequeño jardín de su agradable casita, sin saber nada. El no saber no hace daño y, como ella no sabe nada, vive feliz. La dulce niña solo conoce lo que tiene cerca y cerca tiene: las flores, su casa, sus vestidos, sus juguetes y a su mamá. Su mamá por las noches, antes de acostarla, antes de darle el beso de buenas noches, le cuenta bellas historias de princesas de largas melenas negro azabache y romances apasionados que siempre tienen bonitos finales felices. La pequeña niña mora sueña con príncipes azules, hombres de desbordante belleza, sobrehumana fuerza, dulce carácter, sobrada fortuna y asombrosa amabilidad y agradable cortesía y, por supuesto, sueña con amor, amor verdadero, como el de las princesas y príncipes de los cuentos que le cuenta su mamá. Algún día, piensa su madre que tendrá que hablarle de la vida, de lo que ocurre de verdad, de la realidad, de lo que es casarse, de tener hijos, de cuidar de la casa, de cuidar del marido, de la responsabilidad…pero por ahora no, por ahora dejará soñar a su pequeña y, de paso, soñará ella también. Soñar es lo único que le queda y que nadie le puede quitar ni prohibir. La pequeña niña mora juega al sol mientras su madre trabaja en la casa, no sabe nada, sueña feliz y tranquila.