jueves, 30 de septiembre de 2010

La ola


Ruido de gente. Espero. Oigo el suave murmullo del mar y las olas al romper. Espero. Una manta azul a mí alrededor. Espero. Mi tabla, blanca, lisa, con parafina por arriba y sus cortantes tres quillas por abajo, mi única compañera. Espero. Sentada sobre mi tabla espero, espero la ola perfecta. Espero. La suave brisa de poniente mueve con delicadeza mi pelo. Espero. Las dulces olas procedentes del fondo del mar, mecen mi tabla. Espero. Las olas se suceden unas a otras, en series, sin pausa y sin prisa pero ninguna me parece lo suficientemente buena. Espero. Algunas olas son demasiado pequeñas, otras olas son demasiado grandes. Espero. A mí alrededor, los otros surfistas, unos mejores que yo y otros peores que yo, van cogiendo su ola, encontrando su lugar. Espero. Coqueteo con alguna ola. Espero. Creo haber encontrado mi ola y me preparo pero, en el último momento, no estoy del todo segura y la dejo pasar. Espero. Mis dedos juguetean con el agua. Espero. Veo una serie de olas buenísimas pasar a mi derecha, demasiado lejos. Espero. Me imagino mi ola soñada, perfecta. Espero. Me doy cuenta, de repente de que mi ola soñada es demasiado perfecta y por ello, no existe. Espero. Veo venir una buena ola, me preparo, nos es perfecta pero remo con fuerza y la cojo. Ya no quiero esperar más. Me voy.